Una nueva mirada en la mediación pedagógica al encuentro con el sentido del aprendizaje en los procesos educativos

encuentro con el sentido del aprendizaje en los procesos educativos 249 – ¿Viste … se puso a llorar por eso… ¡qué ridícula! – Tenía que desesperarse… es que es demasiado chineado. ¡No aguanta que le digan nada! – ¡Ahí déjelo! ¡Él que se enoja pierde! – ¡No se enoje! Tiene doble costo. – ¡Ya se puso histérica! Estas frases, por nombrar algo, son solo algunos ejemplos. En este particular y en relación con lo que Daniel Goleman (1996) denomina la Inteligencia Emocional ; se educa poco en la casa y en las instituciones educativas, en términos generales, también, en este campo se prepara poco profesionalmente. Goleman, renombrado psicólogo e investigador retoma los constructos y los elementos teóricos de otros autores como Mayer y Salovey, Howard Gardner y Robert Sternberg (Fragoso-Luzuriaga, 2015, p. 114), para establecer su propuesta. Él Señala que la conciencia, con respecto a los estados emocionales y a un adecuado manejo de estos, abre más y mejores posibilidades de trascender los retos, los escollos y las experiencias de la vida, con éxito. De hecho, establece cinco ámbitos para el desarrollo de esta inteligencia: Conocer las propias emociones. Gestionar las propias emociones. La automotivación. La empatía o el reconocer las emociones de los demás. La creación y control de relaciones sociales. (Goleman, 1996, p.44) El arte consiste, entonces, en trabajar con empeño en cada uno de estos ámbitos, de forma consciente y sistemática. Él propone su ejercitación, como la forma de automatizar poco a poco nuevos comportamientos, esto le permitirá a la persona mejorar sus relaciones laborales, sociales y familiares; evidentemente, suena fácil de decir, pero es todo un desafío en la vida cotidiana. La idea de enfocarse en la vida emocional, también se plantea desde la Psicopedagogía como campo profesional, véase que, en el Informe Delors (1997), se establecen cuatro pilares sobre los cuales debe fundamentarse la educación. Los dos últimos: aprender a ser y aprender a convivir, están relacionados directamente con el desarrollo de múltiples competencias emocionales. Otros investigadores reconocidos en esta área, Bisquerra y Hernández (2017), mencionan que “la educación emocional tiene como objetivo el desarrollo de competencias emocionales y el bienestar” (p. 59); y agregan, que el bienestar individual se debe trabajar también en función del colectivo. De ahí que, los esfuerzos educativos a lo interno de las instituciones, deberían ir centrados, hacia la propiciación de una cultura del bienestar (Bisquerra y Hernández, 2017, p.59), afín de acoger a todas las personas que las conforman, de modo que, se brinden espacios emocionales seguros, en donde, cada uno aprenda y desarrolle las habilidades que resalta Goleman. A pesar de lo que los investigadores plantean, y de que se escucha hablar acerca de la inteligencia emocional y de su desarrollo en la vida del ser humano; así como, de su impulso en los espacios educativos (las aulas) sigue siendo como el elefante blanco en el centro de la sala. Todos saben que está allí, que es grande y que tiene múltiples efectos en la dinámica, pero, muy pocos, se

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